Unas vacaciones diferentes
Hoy hace un año desde que regresé
de vacaciones de las Islas Cíes. Es curioso cómo pasa el tiempo.
Hace un año me fui de vacaciones
a un campo de trabajo. Sí, sí, a trabajar gratuitamente a cambio de comida,
experiencias y conocer gente de diferentes lados. La verdad es que fue increíble,
aunque desde aquella, mi hermana, decidió
añadirme un rasgo “estás hecha una pupitas”.
Las razones se podrían resumir en
varios apartados:
1. Primer
día en el campamento, visita a la enfermería por dolor fuerte de cabeza.
2. Tercer
día, picadura de una abeja en la pierna, posterior reacción de la crema
antipicaduras (ahora entiendo lo que significa el prefijo foto-, es decir, si
en una crema aparece este prefijo, abstenerse tomar el sol, ante segura
reacción en la piel) e inevitable visita a la enfermería.
3. Quinto
día, tratamiento ante la reacción de la crema en la enfermería.
4. Sexto
día, picadura de una garrapata de medio metro en una pierna, tras hacer una
exploración entre helechos, visita a la enfermería (empezando a sospechar que
no es normal tanta visita a la misma).
5. Séptimo
día, realización de una actividad nocturna en el campamento. Se trataba de una
actividad sencilla y sin riesgo hasta que, en un momento, en el que la tensión
y el ansia de alcanzar el triunfo, me jugaron una mala pasada. En la oscuridad
de la noche, debíamos escondernos mientras íbamos caminando por un sendero, con
la única ayuda de una linterna que iluminaba lo mínimo, pero lo suficiente...
Con esta visión, puedes hacerte a la idea de la imagen de una “chiflada” que
salta por encima de una piedra de medio metro de altura, lateralmente, al
estilo “Tom Raider” campechana. Como consecuencia, visita a la enfermería
porque al saltar, una piedra puntiaguda se había clavado en mi pierna pero no
había hecho ninguna herida en el exterior “aparentemente”. Sin embargo, lograra
permanecer oculta, de tal manera que solo mi “ay” se escuchó en la oscuridad de
la noche hasta que me localizaron los monitores.
6. Hasta
el final del campo de trabajo, tratamiento del “pedazo” de moratón que me había
salido en la pierna y que comenzó a cambiar de color progresivamente. Jamás un
moratón fue tan fotografiado por mis compis “guiris” del campamento que lo
miraban como si fuese una herida de guerra. Tardó en desaparecer más de tres
meses y la enfermera no llegó a sorprenderse de mi presencia allí.
Sin embargo, fueron unas
vacaciones diferentes, únicas. Las ratas formaban parte de nuestras vidas, y
compartían el cuarto de baño, que cada día dejaba de ser blanco para ser marrón
con la tierra. Practiqué deportes de riesgo como el Kayak en mar abierto, y no
me mareé. Descubrí que las gaviotas están tan acostumbradas al ser humano que
nos robaban los bocadillos, aunque estuvieran sin abrir el envoltorio.
Mientras
una frase marcará básicamente este viaje: “Lo que ocurre en las Cíes se quedan
en las Cíes”.
3 comentarios :
ja jaja ja genial relato cristinita
yo tuve parte de culpa de ese peazo moratón, creo!!no sabía que había dado tanta guerra.un abrazo barceloní
Marta Puig
jajajaj!!Muchas gracias!!!Pozi pozi, aunque creo que la pedazo de piedra influyó bastante, era la piedra Marta, no se apartó cuando se lo dije!:)
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