domingo, 2 de septiembre de 2018

Y llegó Septiembre...


Hasta que de repente, llegó Septiembre.

Sí, ese mes en el que vuelves a la rutina, te planteas apuntarte al gimnasio, hacer un curso de macramé y quizás, reúnas fuerzas suficientes para comenzar algún que otro coleccionable.
Un mes en el que harás un repaso de tus vacaciones recientes, analizando lo mucho que has aprovechado el verano o, quizás, el número de verbenas que has disfrutado este pasado verano.

Y aquí me encuentro, tras un parón en donde apenas pude leer varias novelas, escribir una historia o viajar todo lo que pude; pero que pude vivir al máximo.


Pues de eso se trataba, ¿no? Sin embargo, los brazos de mi querido Septiembre se habían aproximado durante el mes de agosto y continuaron, lentamente, pero con paso decidido, hasta el día 1 de Septiembre.
¿Por qué? ¿Por qué ocurre año tras año lo mismo? A veces he intentado mirar con distintos ojos (me he puesto gafas de sol) para ver si se paralizaba, pero seguía y seguía avanzando sin cesar; otras veces me encogía debajo de mi cama, gritando para mis adentros "que no llegue, que no llegue", pero siempre llegaba; y otras, no abría mi agenda para que no tener tanto trauma.

Es increíble, como día tras día, mes tras mes, el tiempo sigue sin detenerse y apenas da tiempo a hacer absolutamente nada (o bueno, todo lo que uno quiere hacer o tiene planificado).

Así que llegó mi terrorífico Septiembre.
Mientras, en mi caso, decidí dejar la terapia que estaba realizando con mi mejor amiga (sí, esa amiga que te manda cuatro audios de 20 minutos y a la que puedes enviar tu monólogo interior para que te lo analice de forma exhaustiva, analizando los pros y los contras), para enfrentarme a la realidad, "Septiembre, había llegado".




¡Compártelo!

0 comentarios :

Publicar un comentario

Se comenta por ahí...

Sígueme en Twitter @MundoCristinita